Thursday, February 09, 2006

Metro.

Camino por Alameda, dirección Plaza Baquedano. Es un día como cualquier otro. La diferencia con los otros es únicamente el clima: nublado pero abochornado. Me recuerda los días de casi-calor de Viña. Subo al metro, dirección Escuela Militar. Decido no sacar el libro que ando trayendo en el bolso, y me dedico a observar a la gente. Una niña, muchacha, joven, como quiera llamarse, de unos 20/21 años me llama la atención. Fuertemente. La observo fijo, me quedo pegado mirándola. No es la octava maravilla del mundo, pero tiene un algo... algo en su mirar, en su postura, en la manera en que entrecruza las manos, que me subyuga. Levanta la mirada y no atino a nada, sólo a seguir mirándola. Ella lo nota (era que no), y, al contrario de muchas otras, mantiene la mirada, sonríe y saluda con la mano. Manuel Montt. Ella sigue en viaje. Yo también, rojo como nunca. Los Leones. El juego de miradas y medias sonrisas sigue. El rojo ya no es tan intenso. Tobalaba. ¿Hago la combinación o no?. Ella ni se inmuta. No sé por qué, decido seguir. Total, nada me apura en llegar a la casa. El Golf. Alcántara. Escuela Militar. Ella baja, yo también (amablemente la voz de la conductora nos dice que debemos descender, no nos queda otra). Ella escoge una de las más de 10 salidas de esa estación. Decido seguirla: total, me quedé en el metro por ella, no voy a desviarme ahora. Somos los únicos dos que salimos por esa salida. Lo nota, se da vuelta, me mira y nuevamente sonríe. La diferencia es que ahora me habla. "¿Dónde vas?". "No sé", le respondo, con una personalidad que no me conocía, "donde tú vayas". "¿Y quién te dice que puedes ir donde voy?", me pregunta con un risueño tono de voz. "Nadie. ¿acaso me lo dices tú?". Se ríe, me toma la mano (glup) y no dice nada. Sólo me guía.

Caminamos así unas 10 cuadras cuya existencia no conocía. El sol desciende tras las nubes, el calor amaina. Y nosotros, ninguna palabra. No sé su nombre, y ella tampoco sabe el mío. Me suelta la mano. "¿Estás seguro?". "Sí". Estamos frente a un edificio. "Acá vivo". Saca las llaves, entramos. En el ascensor, nos miramos, y nos besamos. Definitivamente, el mejor beso que me han dado en mi corta existencia. Piso 12. Aún besándonos, salimos del ascensor. Nos separamos para que ella pueda abrir la puerta. Ni siquiera la dejo cerrarla cuando la abrazo y beso su cuello. Adoro su perfume.

Una vorágine de sensaciones, el tiempo pasa veloz.

Ya es de noche.
Muy de noche.
Estoy cansado. Ella también, se nota. Esto fue intenso... ella se duerme. Hago un esfuerzo por mantenerme despierto y verla dormir (es adorable verla así), pero el cansancio me supera. No puedo evitarlo, y me duermo.

4 comments:

Ignacio Miranda (WenSes) said...

Fantasias animadas de ayer y hoy... Quien sabe, tal vez algun dia salga algo asi no? jajaja. silla.

Cigarrera said...

omg!!!!!!! me gusto!!! ^^ claro que entre la besada de cuello y la noche me falto todo... lo imagine.. pero no es lo mismo a que lo contaras =P

ahaha me gusta.. esto se puso bueno al fins jajajaja

Anonymous said...

casi casi... excelente...
beso gordo =***

Carol said...

Me encanta eso de dejarse llevar por las emociones, creo que con los años cada véz menos sigo algo, sin preocuparme de los riesgos.
Gracias por visitarme

 


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